El quilmeño Alejandro Garófalo (52) tiene desde chico la pasión por los motores. Armó autos campeones en TC Pista y TC Mouras. “Soy obsesivo y trabajador”, asegura.
Quilmeño y fierrero de ley. Así es Alejandro Garófalo (52), quien desde que nació convive con el ruido de los motores. “Mi padre tenía un taller, siempre fue apasionado de los autos. El me contagió esta hermosa profesión”, asegura con una mueca de felicidad quien tiene su taller en la Calle 59 a metros de Camino General Belgrano en Hudson. Mientras sus amigos iban a la Escuela N° 30, en el barrio Villa Argentina y a la salida jugaban a la pelota, él prefería otra cosa.
“Con mi hermano Claudio –actual proveedor de motores en el Turismo Carretera– esperábamos que nuestros padres se fueran de viaje y nos poníamos a armar motos de vecinos. En realidad, las desarmábamos porque no entendíamos mucho en ese momento”, comenta entre carcajadas quien desde chico vivió en Quilmes Oeste y hace un tiempo se mudó a Hudson, en el partido de Berazategui.
En 1980 se recibió de Técnico Aeronáutico en la ENET N° 4, más conocida como IMPA, y comenzó a trabajar en la base militar ubicada en el mismo predio. “Hasta 1984 estuve reparando las cajas de los helicópteros Bell 212 y los Chinook”, cuenta quien a pesar de su labor, nunca dejó de lado su hobby motociclístico.
“Soy obsesivo, trabajador y competitivo”, se autodefine Garófalo. Y lo demuestra con su historia de vida. “Con 21 años gané el campeonato de motos de velocidad en pista con una Kawasaki 125cc que yo mismo preparé. Lo que más me reconforta de ese recuerdo es que por primera vez les gané a los equipos oficiales de la categoría que siempre se quedaban con todos los laureles”, rememora con orgullo su triunfo obtenido en 1983. Aunque asegura ser un amante de las motos, eso no le impidió darse el gusto de correr con su Ford Falcon particular en el Turismo 4000, una categoría donde la potencia de los motores es muy similar a la del TC, durante tres temporadas y coronarse en 2003. “Soy 9,5 puntos piloteando motos y siete sobre cuatro ruedas”, afirma con la convicción necesaria de una persona que conoce el paño.
Además de su taller, Garófalo tiene una agencia de autos con un socio y anteriormente, también se dedicó a la venta de motos. “No sirvo para el comercio, porque les encuentro los defectos y se los cuento a los clientes. Soy un pésimo vendedor”, asegura. Por eso, en el 2004 tomó la decisión de dedicarse a preparar autos con el objetivo de competir en TC.
“Me dediqué de lleno al taller y tuve tan buenos resultados que me costó sólo una temporada conseguir la meta. Somos una de las pocas escuderías integrales. Hacemos el auto completo, del chasis al motor”, puntualiza Garófalo, quien los fines de semana disfruta de compartir un desafío de karting con su hijo.
La escudería que lleva su nombre se adjudicó tres campeonatos. Dos de ellos con el bernalense Mauro Giallombardo en TC Mouras (2008) y TC Pista (2010), y con Luciano Ventricelli (2012), en la misma categoría. “Esos títulos potenciaron a la escudería y nos dieron un nombre en el mundo automotriz”, señala quien confiesa que si no se hubiera dedicado a su actual profesión, habría estudiado para ser cirujano.
Este quilmeño conoce los secretos de los motores de la zona como casi nadie. “El 80 % del auto es el motor, de eso no hay ninguna duda. Lo que más disfruto es trabajar con las tapas de cilindro. El motivo es que ahí se define la potencia del motor”, detalla y habla sobre su futuro: “Pienso que seguiré entre siete u ocho años más con esta profesión, que es todo para mí”.
GARÓFALO MOTOR SPORT
Un equipo integrado por grandes pilotos
Garófalo Motor sport, el nombre de la escudería de Alejandro, compite en la actualidad en los torneos regulados por la ACTC en el país. Su equipo esta conformado por Emanuel Moriatis y Leonel Sotro en Turismo Carretera; Jorge Trebbiani (a prueba por cuatro carreras para la temporada siguiente) en TC Pista; y Martín Vázquez, en TC Mouras. “Son grandes pilotos y están haciendo un muy buen torneo”, explicó Garófalo, quien el 22 de junio sufrió la muerte de su primo “Willy”, un reconocido y respetado armador de autos de competencia del deporte motor y tan quilmeño como él.